Un buen día aparecieron en Arenas dos hombres preguntando por su castillo ,lo que hizo sospechar a los vecinos, porque veían muy misteriosos a estos señores.
También se dirigieron a un cabrero para que trabajase para ellos, y a la vez le alimentase con la leche, provocando aún más la suspicacia de los habitantes de Arenas que desconocían el tipo de trabajo que se encargaría al cabrero, que en principio renunció a la oferta, pero después, tras recibir información confidencial de la cuestión que les traía entorno al castillo de Arenas, decidió aceptar el trabajo.
Le propusieron al cabrero pagarle una cantidad de dinero por día trabajado, además de una parte del tesoro que pretendían encontrar frente a la torre redonda del castillo de Arenas, según un antiguo plano que les habían dado en herencia unos familiares.
Cavaron durante varios días alrededor de la mencionada torre, pero el tesoro no aparecía por ningún lado, llevando a la desesperación a los dos forasteros, pero el cabrero viendo que el negocio se le acababa recordó que en cierta ocasión también oyó hablar de un tesoro junto a los alcázares, aunque nadie había dado crédito a la noticia.
Los buscadores del tesoro revisaron el plano que escondían recelosos de que alguien se los robara, e lo interpretaron de tal forma que concedió veracidad a la historia del cabrero, lo que les llevó a seguir cavando en este lugar del castillo. Pero aquí tampoco encontraron nada.
Igualmente lo intentaron en una cueva que miraba al pueblo y en la que había fosos tapados, que una vez destapados tan solo hallaron restos de cerámica.
Sentáronse fuera de la cueva, en una losa, y desde allí vieron una tinaja, más adentro. De inmediato se levantaron los dos forasteros en busca de la mencionada tinaja. Se acercaron sigilosamente, le quitaron la suciedad que había en su boca e introdujeron la mano. Su sorpresa fue mayúscula cuando dieron con un pergamino que decía lo mismo que en su mapa: frente a la cabeza del toro está el tesoro.
Entusiasmados comenzaron a cavar en los alrededores, pero seguía sin aparecer, lo que provocó la ira del cabrero que decidió abandonarles, después de muchos días en busca de una ilusión, según comentó el propio cabrero a su familia, que en un principio le recriminó haber dejado a esos hombres, con los que podía ganar mucho dinero, aunque finalmente ellos también entendieron la postura del vecino de Arenas.
A pesar de quedarse sin ayuda, estos hombres decidieron continuar, al menos, dos días más con las excavaciones, aunque uno de ellos, desesperado cogió el azadón y dio en la piedra cabeza del toro y de forma inmediata comenzó a salir grandes cantidades de monedas del tesoro que buscaban.
1 comentario:
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